miércoles, 5 de octubre de 2011

Historia de mi vocación

Dios me creó, me formó en el vientre de mi madre, 
me llamó por mi nombre
y me eligió para ser su esposa

Queridos Jóvenes:

Deseo mediante la presente haceros partícipes de mi experiencia vocacional: Cuando tenía 15 años de edad ingresé a un grupo juvenil de los hermanos Maristas. En este grupo, después de mi hogar, conocí a Jesús y a su Santísima madre, fue una bella e inolvidable experiencia de compartir con  maravillosos jóvenes donde se gozaba en pleno;  allí nos enseñaron a amar  a Dios y a las personas, mediante una formación excelente que nos impartían todos los sábados; luego teníamos la misión de asistir a los ancianos, a dar catequesis a niños para la primera comunión, visitar a los enfermos y anunciar el evangelio a todo el mundo. Todo aquello  me encantaba. Sin embargo, cuando tuve 17 años, empecé a sentir  una llamada muy quedita dentro de mí para la vida contemplativa, pero yo estaba tan contenta rodeada de gente muy buena; me sentía querida y acogida por todos, gozaba de la confianza y cariño de mi hogar, por tanto, quería apagar esa voz que me llamaba y seguí emprendiendo más proyectos para agarrarme con más fuerza a ello, de modo que aquella voz se apagara del todo; pero la lucha dentro de mí era cada vez mayor;  ante mi impotencia de no saber qué hacer, pedí a la Virgen del Cisne que me ayudara a discernir mi vocación.

En el mes de agosto hice una peregrinación hacia su santuario y le supliqué me iluminara;  en septiembre tuve el gozo de asistir a una convivencia de escuela de líderes que preparaban los hermanos maristas, con toda la juventud marista del país, aquello fue emocionante en extremo, lo viví intensamente feliz. Cada acto me sabía a gloria bendita, cada joven era una luz radiante que me  inspiraba amor y respeto; definitivamente era la felicidad colmada; no podía imaginar ni por asombro que este pastel tan sabroso era mi regalo de despedida. Jesús y María ya tenían preparado el billete  para viajar a otro paraíso, y me lo entregaron en el día de mi cumpleaños, el 12 de octubre de 1994, cuando cumplía 18 años de edad;  el embarque definitivo era el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción y la misión era honrar y venerar y celebrar la pureza virginal de María Santísima, en el monasterio de Religiosas Concepcionistas Franciscanas de la Orden de la Inmaculada Concepción.  

El acto de ingresar en esta Orden fue muy curioso. Cuando Dios quiere algo, se las ingenia de maravilla. Al regreso de la escuela de líderes, el Hermano Crescenciano me pidió que le acompañara  a visitar a las Madres Concepcionistas, ya que tenia que despedirse de una religiosa que viajaba a España. Fui con él y se presentó una religiosa que irradiaba la presencia de María en la bondad, dulzura, transparencia y sencillez que me llegaba al alma, se dirigió a mí y me invitó a ser religiosa. Yo le dije que sí pero más tarde; me insistió a que no hiciera esperar a Jesús que me llama; esta frase caló por todo mi ser, y al regresar a casa por el camino no hacía otra cosa que pensar en aquello, le comunique a mis padres, su respuesta fue lágrimas de dolor y al mismo tiempo de comprensión y apoyo; por lo que empecé a dar los pasos definitivos,  me despedí de todos mi amigos en fiestas que me prepararon de despedida;  finalmente, tome todas mis cosas y las entregue a los pobres, y acompañada de mis padres, amigos y niños de la catequesis entré al palacio de mi Dios y mi Rey.

Me recibió una comunidad alegre y acogedora, me echaron flores y abrazos de bienvenida, yo gozaba por dentro y por fuera, pero quienes me acompañaban no hacían otra cosa que llorar, pero mi felicidad estaba decidida;  a partir de ese momento todo era sorpresa que me alimentaba día a día, e iba echando raíces y creciendo en sabiduría y en gracia por la misericordia de Dios. Yo pensaba: “de este convento al cielo”, y Dios dijo:  “de este no, desde el convento de Madrid”, por lo que viajé a España, consciente de la misión que tenía: levantar y fortalecer esta casa que tanta gloria a Dios había dado e iba a seguir dando. Y aquí estoy en Madrid- España, dando lo mejor de mi vida para Gloria de Dios y Bien de toda la humanidad. Dichosa y feliz porque el Señor va adelante, y María a nuestro lado. 
 Por tanto, JÓVENES: Vale la pena seguirle, no tengáis miedo a dar el paso, Dios quien invita nunca te abandonará.

Con Cariño
María del Carmen Luna D

3 comentarios:

  1. Hermana María del Carmen, me he gustado mucho su testimonio, ojalá que haya mucho más testimonios, porque eso busca hoy los jóvenes, tiene miedo porque no sabe donde se meten. Enhorabuena querida hermana, Que Dios y su Santísima Madre (Inmaculada) te guie siempre en este camino que te han llamado. Tú hermana en Cristo.

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  2. Gracias por tu testimonio, por tu valentía, por tu fe...
    Unidas en Él.
    Hna. Conchi

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  3. Me encomiendo a vuestras oraciones, para que sea fiel y perseverante en el camino que Dios ha elegido para mi, un fuerte y cariñoso abrazo de corazón.

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