sábado, 4 de febrero de 2012

De madrugada, Jesús se puso a orar

Domingo V Tiempo ordinario
Reflexión
El Evangelio de este día (Marcos 1,29 – 39), da para variadas formas de reflexionar y orar.
A mí me ha llamado la atención lo siguiente: “De madrugada, se levantó Jesús, se alejó a un lugar descampado y se puso a orar”.  (1, 35).
“De madrugada”.
Es posible, que por unas causas u otras, todos tengamos la experiencia de haber hecho en nuestras vidas más de una madrugada: Por tener que llevar a un enfermo a urgencias, por diversos trabajos y… ¡cómo no! también para ponernos en camino en alguna excursión, romería etc.
¿Hemos hecho la experiencia alguna vez de levantarnos de madruga para orar? Es posible que sí. En medio del silencio sonoro, a la luz de la luna y bajo la sencilla mirada de las estrellas, que de vez en cuando nos guiñan el ojo, hemos intentado hablar, comunicarnos con Dios, nuestro Padre. Tal vez, hemos intentado poner en orden nuestros pensamientos y nuestros sentimientos en el silencio de su Presencia. Quién sabe, tal vez, el deseo ardiente de enamorada (como a la mujer del Cantar de los Cantares) nos ha impulsado a levantarnos en la madrugada para saborear la intimidad, la contemplación en la soledad de un encuentro con Dios. Sin duda son momentos fuertes, inolvidables en nuestra vida, que dejan huella.
“Jesús se alejó a un lugar descampado”.
Jesús no se alejó para huir de nada ni de nadie. Él era libre y de vez en cuando necesitaba el retiro y el silencio externo para poder experimentar en otra dimensión la paz y la escucha de Dios, su Padre; la paz y la escucha de sí mismo y la paz y la escucha de toda la creación.
¡Qué bien nos viene, de cuando en cuando a nosotros también, retirarnos buscando un lugar de silencio! No siempre es el único y puede que sea en otros lugares de más bullicio dónde gustemos del encuentro con Dios. Pero, sin duda, un lugar a solas y orando en silencio, aunque no experimentemos nada de nada, nos fortalece y nos prepara para la comunicación y el encuentro con Dios y con los hermanos.
“Jesús se puso a orar”
Orar es fácil y difícil. A orar se aprende orando. Buscamos mil excusas para no hacer oración. Preferimos estar duramente trabajando antes de estar en la quietud de la oración: Nos cansamos, aburrimos, no sabemos qué decir y eso de escuchar a Dios nos parece un cuento. Entonces, la oración se nos hace cuesta arriba, difícil, luego… la abandonamos casi sin darnos cuenta, tal vez engañándonos a nosotros mismos.
Cuando, poco a poco, vamos intentando y deseando ardientemente comunicarnos con nuestro Padre Dios, la oración nos resultará cada vez más sencilla, cercana, algo así como el aire que respiramos. El deseo de vivir buscando el rostro de Dios volverá fácil nuestra oración, pues Él nos descubrirá su presencia en cada persona, en la naturaleza, en los gozos y en los sinsabores de todo acontecimiento.
Aprendamos a orar desde la Biblia. Ahí encontraremos gestos y textos de oración para todas nuestras necesidades. Por ejemplo:
-         “Yo te alabo, Señor, tú eres mi fortaleza”
-         “El Señores mi Pastor, nada me falta”
-         “Desde lo hondo a Ti grito, Señor”
-         “Oh Dios crea en mi un corazón puro”
-         “Dios mío, ven en mi auxilio”
-         Aquí está la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”
-         “¿Hasta cuándo, Señor, seguirás olvidándome?”
-         “Señor, no te quedes lejos, apresúrate a socorrerme”
-         “Proclama mi alma la grandeza del Señor”

Textos, que a modo de jaculatorias, pueden ir jalonando nuestra jornada y nos pueden ayudar a vivir en su presencia. Sin olvidar la acción de gracias y alabanza por la hermana naturaleza, a quién debemos de tratar con alegría y ternura.
Hna. Mª Jesús Barroso, OIC

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